¡Oh! querida Lucía, nunca te dejes besar por un hombre sin bigote; sus besos no tienen ningún sabor, ninguno, ninguno! ya no tiene ese encanto, esa suavidad y esa...pimienta, sí, esa pimienta del auténtico beso. El bigote es su guindilla.

¡Y que variados son esos bigotes! Tanto son solapados, rizados, como coquetos. ¡Estos parecen querer a las mujeres por encima de todo!



Tanto son enormes, caídos, espantosos. Éstos enormes suelen disimular un carácter excelente, una bondad que linda con la debilidad y una dulzura que se confunde con la timidez.
Además, lo que primero me encanta del bigote es que sea francés, muy francés. Procede de nuestros padres los galos y luego perduró como señal de nuestro carácter nacional.
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